Pero el misterio dejó de ser misterio para convertirse en realidad. En el transcurso de una entrevista concedida a El Comercio el día en el que Sabina actuaba en Gijón, el artista reconoció que la muchacha del pueblo con mar era de Lanzarote. Lo dijo así. Sin darle más importancia ni entrar en detalles, y casi pasando por alto por la pregunta. Como si la enigmática mujer no hubiese generado diversidad de historias y expectativas por cumplir. En la versión coruñesa de la canción de “Y nos dieron las diez”, el encuentro entre Joaquín Sabina y la mujer empezó en la discoteca Pirámide, siguió en el afterhours ya cerrado de Soweto y terminó en la habitación de un hotel donde les dieron “las diez y las once, las doce y la una / y las dos y las tres / y desnudos al amanecer nos encontró la luna”.