«Cuando estoy en un bar en Buenos Aires a las cuatro de la madrugada y escucho que en la mesa de al lado están hablando de política o de fútbol no lo puedo creer. Eso no es común en otros lugares del mundo. Las cuatro de la madrugada es horario para borrachos. Solamente los porteños son capaces de filosofar a esa hora de brujas y entenados. “Son maravillosos”».