«Funciono así. Nunca he sido de costumbres, sino de rachas. Puedo pasar un par de años sin subirme al escenario y sin echarlo de menos.
A mí me sacude más la necesidad de escribir. Y lo que hago todos los días: leo siempre un par de horas. Incluso más en las giras, porque, como mi voz está como está, entre concierto y concierto estoy mudo. Mudo quiere decir mudo. Sin hablar.
Entonces, ¿qué hago para no pegarme un tiro? Leer. Me entero bien de la política de los sitios donde estoy, leo las últimas novedades, a los poetas viejos que aún no había conseguido. La borrachera del último día se la puede imaginar».
«Esta necesidad de necesitarte, este llamarte sin quererte llamar, este olvidarme del deber de olvidarte, este lunes, este martes y el miércoles que vendrá».