Interpretación de “Esta boca es mía”.

IMAGEN TOMADA DE LAS REDES SOCIALES.

“Hay un antes y un después en la trayectoria artística de Joaquín Sabina con “Esta boca es mía”, desde aquellos dos conciertos celebrados en el antiguo Cine Salamanca de Madrid — hoy sede de una conocida firma de confecciones — en marzo de 1986.

El artista pasó de ser un cantante recluido a los ámbitos madrileños, sobre todo en el barrio de Lavapiés y Malasaña, para convertirse en una estrella a nivel nacional e incluso internacional. En uno de aquellos dos conciertos, Sabina empezó nervioso; se fue creciendo y acabó explotando con lo mejor de su último disco: “Juez y parte”, y con canciones como: “Calle melancolía” y “Caballo de Cartón” … en las que dio lo mejor de sí y en las que fue acompañado por Ricardo Solfa, Javier Krahe, Luis Eduardo Aute, Javier Gurruchaga y un extraordinario conjunto llamado “Viceversa” y en el que empezaba a destacar el mítico Pancho Varona.

Tal vez te interesa…¿Quién es Joaquín Sabina?

Luego vinieron algunos discos que confirmaron el tremendo potencial de Sabina y algún otro que suscitó muchas dudas. En los primeros años noventa se suceden tres estupendos trabajos que culminan, en 1994, con la aparición de “Esta boca es mía”, uno de los mejores discos del autor en su dilatada carrera. Para su elaboración, contó con la colaboración de artistas como Pedro Guerra, Pablo Milanés o Rosendo y fruto de aquello surgieron extraordinarias canciones, como “Por el bulevar de los sueños rotos”, “Esta noche contigo” o “Ruido”. Pero la joya se encontraba en el último corte del disco, con la canción que daba nombre a todo el álbum: “Esta boca es mía””.

IMAGEN TOMADA DE LAS REDES SOCIALES.

Interpretación.

“La canción tiene un tono entre lo decididamente trascendental y lo humanamente poético, con esa particular atmósfera urbana en la que Sabina se siente tan cómodo a la hora de componer. Resulta especialmente difícil extraer un sentido preciso de la misma, ya que se trata de una creación muy íntima del autor en la que parece querer poner de manifiesto la dura rutina cotidiana frente a las realidades más abstractas que envuelven el devenir de una sociedad poco comprometida con las particularidades del ser humano.

Existe una cierta recomendación soterrada del compositor hacia una presumible desidia existencial sobre la persona a quién va dirigido el mensaje del texto, una especie de resignación ante un mundo donde “los árboles arden y el cielo aprende a envejecer”. También se aprecia un componente de nostalgia perfilado en ocasionales referencias a un pasado que pudo ser inocentemente feliz. Para quien esto escribe, se trata de uno de los mejores textos de Sabina y, posiblemente, de su mejor canción. La conexión entre texto y música es, sencillamente, extraordinaria.

IMAGEN TOMADA DE LAS REDES SOCIALES.

La canción, 4/4 y tempo andante, destaca por su suavidad expositiva y por su tono indeciso y contradictoriamente melancólico. Sobre un aterciopelado fondo de cuerda, donde el bajo adquiere un decisivo protagonismo, discurren unas secuencias pianísticas en su registro agudo que parecen adornar el vacío de las pausas vocales con un logrado efecto de floreados ripios.

El impacto anímico y expresivo de la canción se logra mediante continuas modulaciones de tono mayor a menor y viceversa, y para ello se sigue un patrón recurrentemente ingenioso basado en la siguiente estructura: Primeras dos frases en cuatro compases (mayor-menor-mayor-mayor); segunda estrofa dividida en cinco compases (Menor-mayor-menor-menor y preparando una modulación a mayor).

Tras la repetición surge un nuevo motivo (Y sal ahí) en tono menor que prepara el acorde final, entonado por la voz femenina de Olga Román

y que culmina en modo mayor pese a ciertas reminiscencias instrumentales que parecen querer modular de nuevo a menor. Todo este juego de modalidades, formalmente sencillo, evita que la línea melódica de la canción se escore definitivamente hacia un modo, provocando una sinuosa traza de vaivén que consigue que inconscientemente mantengamos la atención al discurrir melódico.

Breve, sencilla, poética, quizás misteriosa y con un sutil toque de añoranza, “Esta boca es mía” es todo un regalo que nos invita a la reflexión y al recuerdo de lo más íntimo en cada uno de nosotros.

Tal vez te interesa…

~TEXTO ÍNTEGRO DE LEITERSBLUES.

Comparte