Eran las seis menos diez de la tarde, exactamente, hora chilena, del domingo 5 de febrero de 1967, Violeta Parra llevaba ya algún tiempo con la obsesión de irse de este mundo por voluntad propia, así es que tomó un revólver de su propiedad, lo situó sobre la frente, en su sien derecha y apretó el gatillo. Murió instantáneamente, claro. Estaba considerada una de las mejores folcloristas de todos los tiempos. No dejó de resultar un trágico sarcasmo que decidiera quitarse la vida quien precisamente había creado un himno tan hermoso, tan emotivo… como “Gracias a la vida”.