Escuchar a Sabina es encontrar cientos de palabras que nos describen, nos descubren, nos reconocen y nos identifican mucho antes de que nosotros mismos lo hayamos hecho, incluso mucho antes de que lo hayamos intentado, y mucho mejor de lo que seríamos capaces. Sabina nos habla de “un teléfono sin contestador”, para no dar respuesta, de “este hacerse mayor sin delicadeza”, de “estos huesos que vuelven a la oficina, dentro de una gabardina, con manchas de soledad”. Tremendas frases lapidarias.