Lo mejor de la biografía sentimental del cantante vino luego, cuando regresó a España. Se enteró que debía cumplir, con evidente retraso tras su exilio inglés, el servicio militar, que hizo en Palma de Mallorca. En este regreso le acompañó una argentina, «Lucía Inés Correa Martínez», con la que había hecho buenas migas en Londres.
Un tipo como Sabina chocaba evidentemente con la disciplina militar. Para librarse de tantas horas en el cuartel, privado de libertad, se enteró de que podía solicitar el llamado pase pernocta más con una condición: tenía que estar casado. Jamás se le había ocurrido en sus devaneos amatorios proponerle a ninguna de sus novias pasar por la vicaría.