Anécdota de Joaquín Sabina y la pajarera.

IMAGEN TOMADA DE LAS REDES SOCIALES.

La revista SoHo le encargó al poeta Luis García Montero un breve perfil de su mejor amigo: el gran Joaquín Sabina.

“La casa de Joaquín, junto a la plaza madrileña de Tirso de Molina, es un desván en primera persona. Tallas de madera, manos, pies, monstruos de las más variadas civilizaciones, máscaras, peces y pájaros, cuadros, esculturas de cualquier tamaño, una mesa de billar, instrumentos musicales, sombreros, un traje de matador de toros. La verdad es que en cuestión de ropa lo único que no entra nunca en sus armarios es el atuendo deportivo. A la hora de desnudarse no conoce reglas estrictas; a la hora de vestirse, sí.

Pablo Neruda cruzó el mundo y dejó en todas las ciudades de oriente y occidente una fama justa de caprichoso loco. Rafael Alberti contaba que más de una vez hubo que retrasar un viaje oficial de diplomático o de poeta porque el genio chileno necesitaba de pronto esperar al lunes por la mañana. Había descubierto cualquier capricho en un escaparate de sábado por la tarde y no estaba dispuesto a subirse en un avión hasta que los honrados comercios de la localidad abriesen sus puertas. Joaquín ha heredado el genio y la afición por las cosas de Neruda.

Este último verano, mientras pasaba unos días de vacación y trabajo con Joan Manuel Serrat en la isla de Menorca, descubrió una inmensa pajarera. Iba a quedar de maravilla en el jardín de la casa de Rota, la playa de la Bahía de Cádiz en la que Joaquín y Jimena entretienen los veranos sin giras. No hubo más solución que comprar la pajarera y negociar el envío en barco, porque las dimensiones hacían impracticables los avances de la aeronáutica. Los amigos discuten aún el precio y los daños de la operación. ¿Quién pagó más? Joan Manuel se encargó de la factura del capricho y del envío. Pero es posible que la cuenta de teléfono pagada por Joaquín superase los costes, porque estuvo un mes llamando todos los días para interesarse minuto a minuto por la pajarera”.

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